Dicen que ‘errar es humano y perdonar es
divino’. Las doctrinas espirituales
siempre lo han afirmado... pero ahora la
ciencia confirma que perdonar ofrece
grandes beneficios para la salud y la
calidad de vida
Alina, un ama de casa de 27 años, no
logra perdonar a su hermana Silvia, dos
años mayor que ella, porque en una
ocasión Silvia contó algo que Alina le
dijo en confidencia y esto le causó
graves problemas con su novio. El
incidente ocurrió hace 10 años, cuando
ambas eran adolescentes. ‘Pero a partir
de ese momento supe que no podía confiar
en ella. No logro perdonar su traición.
Aún hoy la veo con recelo y no le cuento
mis cosas’, admite Alina. Esto ha creado
distancia entre las hermanas, quienes se
tratan como simples conocidas.
Por más de 10 años, Daniela, una
ejecutiva de 48 años, se entregó en
cuerpo y alma a una empresa que, al
final, le dio la promoción por la que
ella tanto trabajó a una colega más
joven. ‘Cada vez que pienso en eso me
amargo. Me duele admitirlo, porque nunca
me creí capaz de sentir algo así, pero
odio a mi ex jefe’, confiesa.
Vanessa, una artista gráfica de 38 años,
logró escapar de un régimen totalitario,
donde fue interrogada y acosada por
vecinos convertidos en agentes del
gobierno. Ella asegura que jamás podrá
perdonar a quienes fueron sus verdugos
sicológicos.
’Durante muchos años viví en el terror,
y eso es algo que no puedo olvidar.
Pienso que si perdono, estoy exonerando
a esas personas y, de alguna manera, le
estoy faltando el respeto a todo el que
sufrió como yo’.
Atrapadas sin salida
Como demuestran estos tres casos, la
incapacidad de perdonar lo mismo puede
ocurrir en un caso sencillo como el de
Alina —que ha convertido un error de la
adolescencia en un juicio total e
inmutable de su hermana—como en uno tan
terrible como el de Vanessa, que durante
años sufrió sicológica y emocionalmente,
y hasta temió por su vida.
Cada una se siente perfectamente
justificada en su posición. De alguna
manera, ellas sienten que al negarse a
perdonar a estas personas, las están
‘castigando’ o, al menos, que imparten
justicia. En otras palabras: consciente
o inconscientemente, creen que olvidar
el pasado de alguna manera ‘libera’ a
sus victimarios de sus culpas. ¿La
realidad? Son ellas quienes, al mantener
vivo el rencor y el resentimiento,
quedan atrapadas en esos sentimientos
negativos, que afectan su paz mental y
su salud. Perdonar las liberaría a
ellas, no a sus ‘verdugos’, como les
llama Vanessa. Además, el doctor Douglas
Kelly, de Arizona State University, que
trabaja con las parejas para ayudarlas
en el proceso de sanar su relación,
aclara que ‘perdonar no quiere decir que
aceptamos las malas acciones de otros, o
que estas no tienen consecuencias;
perdonar es terapéutico...’
Porque como los sicólogos y los maestros
espirituales de todas las religiones nos
recuerdan, perdonar es algo que hacemos
por nosotros mismos, no por la persona
que nos hirió. Este concepto no es
difícil de entender; sin embargo, muchas
personas no captan su significado más
profundo.
Carga tóxica
El rencor no es un sentimiento
agradable. Cada vez que pensamos en la
persona o en la circunstancia que lo
provoca, volvemos a experimentar todas
esas sensaciones desagradables que
originalmente vivimos: ira, impotencia,
frustración, dolor, ansiedad... Esa
carga tóxica inunda nuestra mente y
recorre nuestro organismo, y no hay que
decir que esto no conduce a la
felicidad, sino todo lo contrario: nos
llena de amargura. ¿Te imaginas los
estragos que esto causa en tu salud?
Presión arterial elevada, dolor de
cabeza, indigestión, calambres causados
por la tensión muscular... Esto es solo
parte del precio que pagas al no
perdonar. Pero nada se compara con el
daño que te causas en el plano
emocional, porque el odio y el rencor
apagan el espíritu; te quitan la energía
vital positiva. Irónicamente, por ellos
sigues siendo una víctima —esta vez
voluntaria— de aquello que tanto te
hirió en el pasado.
Como explica Caroline Myss, la famosa
intuitiva médica, autora del best seller
Anatomía del espíritu: mantener vivo el
rencor es como si te hubieran hecho una
herida física, que ya hubiese sanado, y
a cada momento volvieras a abrirla, para
sentir lo terrible y dolorosa que fue.
Por algo dice un viejo proverbio chino:
‘La persona que quiere venganza, debe
cavar dos fosas’.
Perdona... por ti
Sabemos que el perdón es uno de los
fundamentos de todas las religiones del
mundo. Pero ahora también la evidencia
científica demuestra que perdonar tiene
un efecto positivo en la salud y en la
calidad de vida en general.
El doctor Frederick Luskin, de la
Escuela de Medicina de la Universidad de
Stanford, en California, es fundador del
Stanford Forgiveness Project, que
estudia los efectos del perdón en el ser
humano. Luskin también es el autor de
Forgive for Good (traducción libre:
Perdona para siempre). El afirma que
perdonar nos libera para vivir a
plenitud y con salud de mente, cuerpo y
espíritu.
’Uno de nuestros estudios reveló que la
persona promedio que aprende a perdonar,
eleva su vitalidad, su apetito, sus
patrones de sueño y su energía en un 15
por ciento’, explica. ‘Hemos aprendido
que todo aquello que nos ayude a reducir
la ira, el dolor y la depresión, puede
reducir también la presión arterial y
hacer a las personas más optimistas,
energéticas y vitales’.
El resultado de las investigaciones
demuestra que perdonar de corazón:
● Disminuye los niveles de ira y
hostilidad
● Aumenta los sentimientos de amor
● Mejora la habilidad de controlar la
ira
● Aumenta la capacidad de confiar en
otros
● Nos libera de los sentimientos
negativos asociados a eventos del pasado
● Nos permite dejar de repetir ciertos
patrones negativos
● Mejora la salud en general
● Demuestra una mejora significativa en
los desórdenes de índole sicológica.
Si perdonar es algo tan positivo y
terapéutico, ¿por qué hay personas que
no logran hacerlo genuinamente, de
corazón?
"Nos han enseñado a sentir ira, a sufrir
de depresión... pero nadie nos enseñó a
perdonar’, dice Luskin. Afortunadamente,
existen técnicas para aprender a
liberarnos de los rencores del pasado.
El camino a la sanación
Perdonar no es una solución instantánea,
sino la culminación de un proceso
interior que toma tiempo y debe llevarse
a cabo de forma consciente y voluntaria,
nunca para complacer a otros o para
acallar nuestra propia conciencia.
Luskin, que además creó un sistema de
varios pasos hacia el perdón, ofrece una
fórmula breve para iniciar el proceso.
1Cambia la historia
’Las personas tienden a ver lo que les
pasó como algo catastrófico. Yo les
sugiero que hagan lo contrario’, explica
Luskin. ‘Que en vez de hablar de la cosa
tan terrible que les hicieron, hablen de
lo que pueden hacer para lidiar con la
situación, de cómo la están manejando, y
de qué manera están creciendo y
aprendiendo de ella’.
2Maneja el estres
Es necesario tener un sistema de manejo
del estrés, ya sea la meditación, la
visualización o una técnica de
respiración... Por ejemplo: respirar con
el diafragma, concentrar la atención en
el corazón para practicar la compasión,
o rezar por la otra persona, como
recomienda la doctrina cristiana, reduce
la reacción del sistema nervioso y nos
pone en contacto con nuestro lado
espiritual. En el momento mismo en el
que aparece el pensamiento negativo, hay
que reconocerlo: ‘Oh, de nuevo siento
rencor’. Según Luskin, ‘ese es el
momento de acudir a una práctica
antiestrés’.
3Aclara tus pensamientos
’Muchos tienen una idea distorsionada de
la vida, de cómo debe ser el mundo y de
lo que este les debe. Hay que aceptar
que no siempre podemos obtener lo que
deseamos’.
Si deseas adentrarte más en el proceso,
piensa en estos pasos:
Descubre tu ira
● ¿Has reconocido tu ira?
● ¿Ha afectado esta tu salud?
● ¿Te obsesiona el daño que te hicieron
o la persona que lo causó?
● ¿Este evento ha cambiado tu vida, o tu
visión de la vida?
Decide perdonar
● Acepta que la actitud que has
mantenido hasta ahora, no ha funcionado.
● Ábrete a la posibilidad de iniciar el
proceso de perdonar.
● Decide perdonar.
Trabaja hacia el perdón
● Trata de entender lo ocurrido.
● Cultiva la compasión.
● Reconoce y acepta tu dolor.
● Ten un acto de bondad con la persona
que te hirió, como una forma de honrar
tu decisión de sanar tu espíritu.
Libérate de la prisión
● Reconoce tu necesidad de perdonar.
● Acepta que no estás sola.
● Descubre el propósito de tu vida.
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